lunes, 4 de febrero de 2008

Gerardo María Aguilar Tagle

1955-2007
Se va una leyenda del rock 'n roll
¿Cómo le voy a hacer, Gerardo, dime cómo?

Ayer, viernes 21 de diciembre, mi hermano, mi gemelo precioso,
fue elevado al Cielo en cuerpo y alma,
y goza ahora de la plenitud gloriosa de nuestra Madre Luz.

Con Octavio Herrero (1994)
Con el mismo Octavio, durante el mismo concierto
(décimo aniversario de Mamá-Z)
Con Agus, esa misma noche.



En el Laboratorio de Teatro y Taller de Autoayuda Marisa Gristein, una de las sesiones que más éxito tuvo fue Morir de amor (parir chayotes), diseñada y dirigida por Gerardo Aguilar Tagle.

Veinte años después, Gerardo Aguilar Sámano, primogénito del autor, nos entrega un video compuesto con tomas de la presentación del álbum Esa viscosa manera de pegarme las ganas en El Altillo (que estaba donde hoy se encuentra la Panadería Santo Domingo, en Avenida Universidad y Miguel Ángel de Quevedo) y tomas del concierto ofrecido en el Hotel de México (el hoy World Trade Center de nuestra ciudad). En el video, es posible observar la formación original de la banda: Jorge Escalante, Óscar Fernández, Octavio Herrero, Gerardo Aguilar Tagle y -en franca pérdida de la compostura- Agustín Aguilar Tagle.
Si alguno de mis tres lectores no cuenta con conexión de banda ancha a la Internet y está experimentando problemas para visualizar los videos, recomiendo presionar el botón de mute (para no escuchar el audio) y esperar a que el video se descargue por completo antes de intentar visualizarlo. Mientras, puede ir a hacer pipí, besar a la novia, rezar el rosario o prepararse un chubi-dubi.

Ha muerto un artista

El pasado jueves 21 de diciembre, a las cuatro de la madrugada, Gerardo María Aguilar Tagle, guitarrista de la desaparecida banda de culto Mamá-Z, decidió realizar un viaje sin boleto de regreso hacia la eternidad y hacia el interior de los suyos. Muchos recordarán, seguramente, algunas de sus composiciones: Morir de amor (parir chayotes), Ayer, No me dejes solo, Concha y Yo ya no quiero contigo, entre otras. Además de músico, Gerardo fue un dibujante exquisito que dedicó los últimos años a concentrar sus viñetas en una bitácora electrónica (www.gerardomaria.blogspot.com), bajo el seudónimo de Tlacuiloco. No terminó de hacerlo, pero lo que hoy aparece en dicha bitácora es muestra de su gran talento y de su humor irreverente.

Durante los últimos meses, los dolores de Gerardo se volvieron invisibles, inaudibles, inexistentes, a la vez que –oximorones de la vida- muy pero muy presentes. La belleza constante se vuelve invisible. Algo semejante podemos decir del dolor crónico, animal mimético cuya inadvertida pero real presencia define nuestros sentimientos, nuestros pensamientos y nuestras ideas.

Entre las grandes virtudes de Gerardo, se destacan su magnetismo y su capacidad de encantamiento con la gente buena: durante el tiempo de Mamá-Z (los años ochenta), él fue el único miembro del grupo que logró establecer cariñosa amistad con los miembros de otras bandas: el Demex, el Pato y Choluis (Trolebús), Lalo Sax y Pacho Paredes (Maldita Vecindad), Francisco Barrios, el Mastuerzo (Botellita de Jérez), Memo Briseño, Jaime López, Armando Rosas, Rodrigo de Oryazabal, Roberto González, Alfonso André (Las Insólitas Imágenes de Aurora/Caifanes), Fernando Ábrego y José Cruz (Real de 14). Todos guardan de él el recuerdo de un hombre que supo vivir intensamente el movimiento del rock mexicano de los ochenta.

A principios de los setenta, Gerardo recorrió la colonia Roma en busca de un antro pseudo-académico que resistiera su irritante comportamiento (mofarse de los maestros, traer el pelo hasta los hombros, usar pantalones color mamey o rojo carmín, de terciopelo y a la cadera). ¡Y lo encontró! Se inscribió en El Instituto América Latina, donde conoció a un tipo con el que se avino inmediatamente. El entendimiento tuvo razones simples: a ambos les gustaba el rocanrol de los años cincuenta, la música de los sesenta y las cosas pesadas que empezaban a salir en los setenta. Ese tipo se llamaba (y se llama) Octavio Herrero, el actual líder y guitarrista de Las Señoritas de Aviñón. Con él y con otros amigos entrañables (Óscar Fernández, los hermanos Pasapera, Arturo Macías), así como con su compañera de toda la vida, María Eugenia Sámano, pasó la segunda mitad de los setenta y toda la década de los ochenta haciendo música, música y más música. Dos momentos fundamentales de su historia musical fueron Mamá-Z y Las Moscas de Metepec, esta última una banda fantasma creada por Octavio y Gerardo, quien deseaba componer un rocanrol a la altura de sus sueños (es muy probable que en este momento esté logrando ese rocanrol definitivo, pero ya no podremos escucharlo).

Gerardo Aguilar Tagle se fue. Nos dejó canciones hechas con el corazón y dibujos nacidos de una voluntad específica: resumir en unos cuantos trazos su amor a la vida.

A principios del año que viene será lanzado Yo soy la mosca, disco compacto que reunirá las canciones de Gerardo. El disco no saldrá a la venta, y sólo podrá adquirirse –de manera gratuita- a través de Tlacuiloco Records. Pronto habrá informes del lanzamiento.

Y el próximo viernes 18 de enero, el conocido bar de blues Ruta 61 rendirá un homenaje especial a Gerardo Aguilar Tagle, con la participación de dos extraordinarias bandas: Las Señoritas de Aviñón y Vieja Estación, cuyos miembros tuvieron fuertes lazos de fraternidad y cariño con este artista mexicano cuya obra tendrá que ser reconocida algún día.

1 Comentarios:

Blogger Enrico dijo...

Me apunto para mi copia del disco. Saludos y qué buena idea la de seguir este blog.

7 de febrero de 2008, 11:07 a.m.  

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